F1: la consagración de Max Verstappen

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La madurez de Max Verstappen: su próximo objetivo, ser campeón del mundo

Max Verstappen ha dado un notable salto de calidad en su quinta temporada en la Fórmula 1. El piloto neerlandés ha sumado a su talento paciencia y regularidad para mejorar su conducción al volante. Ha convertido las críticas en elogios, pero todavía no cuenta con el monoplaza adecuado para luchar por el título.

Por Guillermo Córdoba  |  05 Agosto 2019

3 de octubre de 2014, circuito de Suzuka, Japón. En una mañana soleada, Max Verstappen se sube por primera vez a un coche de Fórmula 1. Lo hace bien, está contento. "Ahora que sé lo que significa conducir un monoplaza de Fórmula 1, estoy deseando que llegue aún más", comenta ante los medios. Estos entrenos son la base para su futuro: en 2015 completa su primera temporada en la categoría a bordo de un Toro Rosso. Aquel fue el bautizo de un piloto al que calificaron de inmaduro, ansioso, errático o impaciente. Hoy, casi un lustro después, ha dejado atrás todas esas etiquetas. Hoy es un piloto curtido en mil batallas. Pero, aun así, conviene mirar atrás para comprender su evolución hasta alcanzar la madurez.

Problemas en sus inicios

Max Verstappen disputó su primera carrera en la Fórmula 1 con apenas 17 años. Nacido en 1997, cuando debutó era un niño, un imberbe que sin carnet ya tenía la oportunidad de competir con algunos de los mejores pilotos del mundo. En su primer año vivió un intenso e igualado duelo con Carlos Sainz, otro joven talento que ahora deslumbra con un McLaren que ha resucitado del abismo. El neerlandés completó una buena temporada, consiguiendo dos magníficos cuartos puestos en Hungría y Estados Unidos. También estuvo acompañado de alguna polémica, como su negativa a aceptar órdenes de equipo y accidentes como los que sufrió en Mónaco o en Gran Bretaña.

Verstappen ha madurado. Y la madurez le ha traído el éxito.
Verstappen ha madurado. Y la madurez le ha traído el éxito. GTRES

Meses más tarde seguía en Toro Rosso, pero con la mirada puesta en un nuevo desafío. En la quinta carrera de 2016 cambió de garaje para compartir un Red Bull con su nuevo compañero, Daniel Ricciardo. Y en su primera carrera con el equipo austríaco, ganó. Lo hizo por sorpresa, gracias al abandono de los Mercedes y con una estrategia adecuada. Pero su estreno en el podio no hizo que perdiera su fama de piloto agresivo. Verstappen seguía metiéndose en líos, seguía cometiendo errores que, por aquel entonces, pocos perdonaban. Era considerado un piloto con talento, pero frustrado.

Esa fama acompañó al neerlandés en las dos temporadas siguientes. A veces su talento disipaba las críticas, pero estas volvían a aparecer con su siguiente patinazo. Y es que Max Verstappen ha fallado mucho. Más que otros, hay que decirlo. La sombra de piloto impaciente y ansioso siempre ha perseguido a un joven que ya es todo un veterano en la Fórmula 1. Arriesgaba en exceso, provocaba accidentes a veces evitables e intentaba adelantamientos imposibles. Si veía un hueco, atacaba. Pero ha cambiado.

La madurez de Max Verstappen

Verstappen ha sabido cultivar el noble y siempre arduo arte de la paciencia. Le ocurrió esta temporada con Lewis Hamilton en las estrechas calles de Mónaco. Le tocaba bailar con un campeón mermado por sus problemas con los neumáticos. Su responsabilidad era no fallar, no cometer los errores que había cometido desde 2015 en el prestigioso circuito monegasco. Pasó más de 50 vueltas pegado al alerón trasero del Mercedes. Él sabía que tenía que atacar, pero esperó paciente hasta la vuelta 76. Ambos se tocaron, pero sin consecuencias. Ahí demostró otra de sus cualidades, porque él no se esconde. Si ve un hueco, ataca. Siempre lo ha hecho. Pero ahora toma mejoras decisiones.

Ha sabido sumar a su talento y a la paciencia algo de lo que carecía: regularidad. En la Fórmula 1 puedes ser muy rápido, pero sin regularidad nunca te convertirás en campeón del mundo. Necesitas sumar puntos en cada carrera, porque si no lo haces el trofeo se marchará a las manos de otro. Y ahí también ha madurado. El Max de antaño daba una de cal y otra de arena. Brillaba y fallaba. Ahora ha convertido las críticas en elogios, una recompensa a su madurez tardía. Hace un año que no abandona, y ha terminado todas las carreras entre los cinco primeros.

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Max Verstappen ha dado un extraordinario salto de calidad en su quinta temporada en la Fórmula 1. Está sacando oro y brillantes de su coche, un Red Bull que ha iniciado en 2019 una nueva aventura con Honda. Por encima del decepcionante Pierre Gasly, sustituto de Ricciardo, el neerlandés ya suma dos victorias en lo que llevamos de temporada. La primera, en Austria, donde compensó su mala salida con una fantástica remontada que acabó en un frenético duelo con Charles Leclerc en las últimas vueltas. Otro piloto, el monegasco, que está dispuesto a compartir con Verstappen el futuro de la Fórmula 1. Toque incluido, el de Red Bull acabó llevándose el triunfo a pesar de la investigación de los comisarios.

Su consagración definitiva llegó en Alemania. En clasificación marcó el segundo mejor tiempo solo por detrás de Lewis Hamilton, mientras que en una lluviosa carrera demostró su madurez. De nuevo, perdió varias posiciones por una mala salida, pero no tardó en colocarse tercero con los Mercedes en el punto de mira. Siguió la estela de Bottas, pero no intentó adelantar al piloto finlandés. Esperó, paciente, a que otros fallaran por él. Y, a pesar de sufrir un pequeño susto, lo hicieron. Primero fue Leclerc, y después el equipo Mercedes. Verstappen ya era primero. Ahora solo le quedaba no fallar en una pista muy delicada, y sobre todo saber esperar a que pasaran las vueltas. Lo hizo, y por eso cruzó el primero la línea de meta para ganar una de las carreras más locas que se recuerdan.

Su próximo objetivo, ser campeón del mundo

La joya de la parrilla ya está preparada para luchar por el título. Sin embargo, su máquina todavía no está lista para competir con los Mercedes. El equipo alemán está en una liga superior, alejado de un Red Bull Honda que debe mejorar para otorgarle al neerlandés las armas que necesita para pelear cara a cara con los reyes de la era híbrida. Aun así, Max Verstappen esperará paciente a que llegue su oportunidad. Si el equipo austríaco no le da las alas para ganar, marchará a un nuevo destino. Y allí, quizá, celebre con su cara de niño que es campeón del mundo de Fórmula 1.

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