¿Están los festivales en decadencia?

¿Y si la edad de oro de los festivales ya ha pasado?

Precios cada vez más caros, maltrato al cliente, carteles poco llamativos... ¿Están los festivales de capa caída?

Por Guille Galindo  |  05 Abril 2023

La historia de los festivales en España es mucho más larga de lo que podríamos imaginar en un principio, pero nunca ha sido tan mainstream como en esta época. En la última década, y a pesar del parón por la pandemia, hemos visto cómo se han multiplicado los festivales a lo largo y ancho de todo el país, hasta convertirse en la principal atracción del verano.

Este fenómeno ha sido alimentado por la propia industria musical, a la que los festivales han salvado de sufrir una crisis todavía mayor en estos años, permitiendo a los artistas que no ocupan permanentemente los charts de Spotify poder vivir de su trabajo. Pero a más exposición de los festivales y más fans interesados en vivir la experiencia, más organizadores quieren su trozo de pastel, más festivales se crean en lugares cada vez más recónditos y más prioridad se da a la cantidad que a la calidad del evento. Como siempre, la mayor damnificada termina siendo la gente, pero ya se está empezando a hartar.

Las causas de la decadencia pronunciada de los festivales

2022 fue, con toda seguridad, un punto de inflexión en el mundo de los festivales, el año en el que la burbuja explotó. Nunca ha habido tantas críticas, tantas quejas y tanto desengaño general, sin importar el evento al que acudieran. Desde festivales cancelados a última hora a nuevos macroeventos organizados en localidades minúsculas incapaces de albergar a 45.000 personas diarias, pasando por campings parecidos a campamentos de refugiados y por necesidades básicas no cubiertas durante el fin de semana.

Lo bueno que tienen los festivales es que son cada doce meses, tiempo suficiente para que la indignación y el cabreo de julio vayan dando paso al olvido, a la memoria selectiva de los buenos momentos vividos y finalmente al perdón y a la ilusión por un nuevo cartel. El problema viene cuando la indignación y el cabreo ya no vienen en julio, sino en primavera, antes siquiera de acudir al festival, por un cartel deficiente teniendo en cuenta el precio de los abonos.

Porque, si habéis echado un vistazo a los precios generales de los festivales de 2023, la subida con respecto a 2022 ha sido pronunciada. Como cualquier empresa este año, los organizadores se escudarán en la inflación, pero lo cierto es que acudir a un festival se está convirtiendo en algo elitista, o al menos en un condicionante que marca demasiado el verano o el año a nivel económico.

Ahora tienes que pensarte muy mucho cuál elegir, pero no puedes hacerlo en función del cartel porque los abonos más baratos salen antes de anunciar a los cantantes. En muchos casos, porque si mostraran el cartel de inicio, la afluencia de público sería la mitad.

Ese es otro gran melón por abrir, y en parte, está relacionado con otros aspectos comentados a lo largo del artículo. Por un lado, hay tanta seguridad de que terminarán comprándose los abonos, que el esfuerzo por cerrar un pack completo es menor. Pero tampoco lo pone fácil que haya tantos festivales repartidos en fechas cercanas. No hay tantos cabezas de cartel potentes o artistas de renombre para todos los festivales que existen hoy en día. Si un cantante importante da la casualidad de que está de gira, de descanso o ha aumentado su caché, esto supone un quebradero de cabeza para varios festivales en un mismo mes, que terminarán optando por un artista de un escalón inferior o cuyo mejor tiempo ya ha pasado, ante el cabreo general de unos clientes que, básicamente, han pagado más por menos.

La elección de los artistas tampoco está exento de polémica. La expansión del reggaeton y el género urbano en la última década ha provocado que nada tengan que ver los carteles de hace cinco-siete años con los de ahora. Actualmente, no hay festival, salvo casos muy concretos, que se atreva a dejar completamente de lado este género durante el fin de semana. De hecho, pasa justamente lo contrario: promover la incorporación de artistas urbanos ha provocado una homogeneización progresiva de los carteles. El querer contentar a todo tipo de público ha hecho que ninguno termine de estar contento, perdiendo de paso la esencia propia de cada festival. Ahora te da igual ir a uno que otro, porque muchos son prácticamente idénticos.

Todo apunta a que en 2023 volveremos a ver quejas en Twitter e Instagram, grupos de Telegram para denunciar a los organizadores y vídeos en TikTok mostrando situaciones propias de un conflicto bélico. Mal harían las empresas encargadas de los festivales en España en seguir haciendo caso omiso a la situación de hartazgo creciente con respecto a sus eventos, o terminarán arrepintiéndose de haberse quedado sin saco por la avaricia.

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