Los clubes de fútbol pierden poder en favor de sus jugadores

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Primas de fichaje, decisiones unilaterales... Los jugadores de fútbol nunca tuvieron tanto poder como ahora

En un primer momento, los clubes eran la voz dominante en el fútbol, y los jugadores eran simples trabajadores que podían utilizar a su antojo. Más tarde ganaron relevancia los agentes de futbolistas, y ahora son los propios futbolistas y su entorno los que tienen la última palabra.

Por Adrián Tomé  |  08 Junio 2022

El mundo del fútbol colapsó cuando Kylian Mbappé anunció su decisión de quedarse en el PSG, para sorpresa de mucha gente que daba por hecho su fichaje por el Real Madrid. La noticia ya era de por sí grande, pero los detalles de su contrato lo hicieron todavía más viral y comentado. Control sobre las decisiones deportivas, 100 millones de prima de renovación y 50 millones netos al año.

Esto el siglo pasado era algo inimaginable, pero hace una década también nos parecería una locura irrealizable. El fútbol ha cambiado mucho y muy rápido en los últimos años. Los jugadores de primer nivel ahora son los que tienen el control de las negociaciones, priorizando terminar los contratos para obtener prima de fichaje y un mayor salario. Los precios se han disparado, así como las condiciones y la presión ejercida por el conocido 'entorno' del futbolista. En resumen, los clubes están a merced de los jugadores como nunca antes lo habían estado. Ya lo dijo Maradona en el manifiesto fundacional de la malograda Asociación Internacional de Futbolistas Profesionales (AIFP) creada en 1995:

Todos aquellos que se creen tan fuertes porque tienen poder, estarían perdidos si los jugadores tomáramos las riendas

¿Cómo hemos llegado hasta aquí?

El dinero es el motivo más claro y contundente. Si nos centramos en los últimos 15 años, se han multiplicado considerablemente desde 2010, año tras año. Ya sea por las televisiones. Ya sea por la globalización. Ya sea por la rivalidad Cristiano-Messi que incluso hoy sigue vendiendo. Ya sea por patrocinadores. Ya sea por inflación. Sea por lo que sea, o por un conjunto de todo, el producto ha crecido hasta límites insospechados.

Y a todo esto, llegaron los jeques árabes, multimillonarios que amasaron su fortuna con el petróleo y decidieron dar un vuelco al mundo del deporte rey. Algunos gracias a esta tremenda inversión de dinero se han convertido en equipos de éxito en menos de una década, como el Manchester City o el propio Paris Saint-Germain. A otros no les fue tan bien, como al Málaga, que tras llegar a cuartos de la UEFA Champions League descendió a segunda división. Otros acaban de empezar, como el Newcastle, que puede convertirse en la nueva potencia inglesa. Pero lo que queda claro es que ya no estamos cerrados a que los equipos grandes sean los de siempre, en cualquier momento una compra de este tipo puede alterar el orden establecido.

Los precios de los jugadores subieron conforme más dinero había alrededor del mundo del fútbol, agigantando una burbuja que ni la pandemia ha logrado rebajar. En los últimos 10 años, ha habido once traspasos más caros que el de Cristiano Ronaldo al Real Madrid, que marcó un antes y un después en el fútbol. Son los siguientes (sumando variables y otros acuerdos):

  1. Neymar (PSG) - 222 millones de euros
  2. Mbappé (PSG) - 140 millones de euros
  3. Dembelé (Barça) - 135 millones de euros
  4. Coutinho (Barça) - 135 millones de euros
  5. Griezmann (Barça) - 135 millones de euros
  6. Hazard (Real Madrid) - 130 millones de euros
  7. João Félix (Atlético) - 126 millones de euros
  8. Griezmann (Barça) - 120 millones de euros
  9. Grealish (Manchester City) - 117 millones de euros
  10. Lukaku (Chelsea) - 115 millones de euros
  11. Pogba (Manchester United) - 105 millones de euros
  12. Bale (Real Madrid) - 101 millones de euros

De todos ellos, ¿cuántos pueden ser tildados de fracaso o decepción? Más de uno y más de dos. Pero eso es lo que te juegas cuando haces una inversión así. Eso sí, el dinero del traspaso va directo a los clubes, los jugadores se llevan una parte mínima del pastel (que no deja de ser mucho dinero, pero...).

El récord sigue siendo el fichaje de Neymar por el PSG por 222 millones de euros
El récord sigue siendo el fichaje de Neymar por el PSG por 222 millones de euros GTRES

Viendo estas cantidades, era un paso lógico que los jugadores se dieran cuenta de su valor e importancia y quisieran sacar más rédito de ello. Más aún viendo el ejemplo de otros deportes como el baloncesto, donde los famosos 'jugadores franquicia' siempre están muy involucrados en conseguir el mejor contrato, en las decisiones del equipo, en la venta de su imagen, etc.

Cada vez son más los jugadores que prefieren decidir su destino siendo agentes libres y pidiendo a los equipos interesados primas por su fichaje, a cambio de no tener que pagar un fichaje a otro club o de decidirse por ir a otro equipo. Con esto maximizan su contrato y consiguen que su valor no vaya enteramente a las arcas de su anterior club.

¿Es negativo que los futbolistas tengan mayor poder de decisión?

Como era de esperar, este poder adquirido por los futbolistas no gusta demasiado a los presidentes de los clubes y diversos mandamases del fútbol, ni tampoco a la prensa, que expone por escrito los pensamientos de estos. De esta manera, se ha generado una corriente de opinión contraria contra el futbolista que queda libre, como si si se tratara de algún tipo de extorsión o aprovechamiento para sacar un dinero extra.

Vamos a pensar en los datos para tener una imagen más clara y menos parcializada. Si los ingresos de los clubes aumentan, los derechos de retransmisión valen más, se siguen llenando estadios con precios de entrada más caros, se siguen vendiendo camisetas también más caras, el salario que perciben los que realmente generan esa rueda de dinero debería aumentar en consecuencia.

A veces se pierde de vista que el éxito y fracaso de los clubes depende de sus jugadores. El club en sí mismo no tiene entidad suficiente sin ellos para generar las ridículas cantidades de dinero que generan. Debería estar esto claro si observamos cómo LaLiga ha visto su valor ampliamente reducido desde que Cristiano y Messi se fueron.

El 40% de las camisetas que vendía el Madrid en 2018 llevaban el nombre de Ronaldo, con el adiós de Messi La Liga perdió cientos de millones en contratos televisivos y patrocinadores
El 40% de las camisetas que vendía el Madrid en 2018 llevaban el nombre de Ronaldo, con el adiós de Messi La Liga perdió cientos de millones en contratos televisivos y patrocinadores GTRES

El valor de la imagen de los mejores jugadores es prácticamente incalculable. Cuesta, como es lógico, hablar así de millonarios que en su mayoría lo van a ser toda su vida, pero la dialéctica empresa-trabajador es la misma que la de club-jugador. El escenario es el mismo, y por tanto deben aplicarse los mismos principios que se aplican para delimitar una subida de salario en cualquier otra empresa.

Un atleta de élite al que le respeten las lesiones puede alargar su carrera deportiva entre 15 y 20 años por norma general. Un club no tiene un rango concreto de actividad, seguirá o no en función de lo que decidan sus directivos de cada momento. Durante esos años que un jugador pertenece al club, los ingresos que este va a generar dicho equipo superarán ampliamente su salario, de lo contrario no sería rentable.

Partiendo de esa base, lo que se está intentando es que esa diferencia entre lo generado y lo ganado por el jugador se mantenga o reduzca, y para ello, si como estamos observando, los ingresos en el fútbol crecen, los de los jugadores deben como mínimo mantener el ritmo, e idílicamente cobrar una parte justamente proporcional de lo que producen. ¿Es lo que nos gustaría que pasara en nuestras empresas, no?

El empoderamiento de los jugadores quizás sea algo necesario para mantener el equilibrio monetario, especialmente con el énfasis que tiene la FIFA desde tiempos inmemoriales por exprimir al máximo los beneficios posibles. El más claro ejemplo es el Mundial de Qatar, que podría estar criticando hasta que me quedase sin tinta (o batería más bien), pero lista es larga. Ya en el Mundial de México '86 los jugadores se rebelaron por primera vez contra los horarios europeos impuestos por la FIFA, y con los que los profesionales soportaban temperaturas de 40º. "Que jueguen y se callen la boca", dijo Joao Havelange, mandamás de la FIFA por aquel entonces, sembrando la primera semilla del sindicato que Maradona y Cantona lideraron una década después.

Unas palabras como las de Havelange serían impensables hoy en día, pero los organismos internacionales del fútbol siguen siendo máquinas de amasar dinero sin demasiado reparo por el bienestar de sus trabajadores. Curioso que sean los jugadores los criticados por querer aprovecharse del dinero que se maneja en este deporte para sacar mayor tajada, y no los clubes, la FIFA, la UEFA u otras instituciones que lo llevan haciendo desde que el deporte se hizo global.

Menos sentido tiene aún cuando los jugadores lo único que intentan es cobrar un dinero que represente lo que ellos mismos traen de beneficio para todas estas instituciones. La única pena es que las grandes estrellas sean las únicas capaces de disfrutar este cambio en el panorama, y no todos aquellos jugadores, de mayor o menor nivel que son el sustento de este circo que llamamos fútbol.

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