Cómo ha mejorado mi vida gracias al vapeador

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No lo niego: mi vida ha mejorado gracias al vapeador

Quizás sea el momento de realizar un alegato en favor del vapeador. Los que lo usamos sabemos de sobra los efectos nocivos que tiene (no hace falta que nos lo repitáis constantemente), pero es esto o volver a fumar. Vapear hace mucho más fácil esa lucha constante contra la recaída y la posterior decepción personal, así que oye, ni tan mal.

Por Juan Sanguino  |  28 Noviembre 2018

Yo crecí en un mundo en el que fumar molaba. Brad Pitt y Sharon Stone fumaban. Mis padres fumaban. Y todos los chavales del instituto que parecían más felices que yo fumaban. Aunque nadie (pero nadie) era tan feliz en los 90 como la gente de los anuncios de tabaco. Mi entrada en la madurez coincidió con la demonización social del tabaco: su publicidad fue prohibida, su consumo desterrado de los edificios públicos y, de repente, fumar dejó de molar. Pero para mí ya era tarde.

Por primera vez, supongo, en la historia de la humanidad desde que el tabaco se importó de América, fumar se convirtió en un hábito que te complicaba la vida. Cada vez era más habitual llegar a casa de un amigo y que no se pudiese fumar en ella, obligándote a sacar medio cuerpo por la ventana, fumarte un cigarro a toda velocidad sin disfrutarlo y hacer manualidades con papel albal o latas de cerveza vacías porque esa era una casa sin ceniceros. Acababas entablando conversación con desconocidos en las puertas de los bares a pesar de que lo único que os unía era que fumabais juntos a 3º en enero. Y la gente empezaba a mirarte con desaprobación. La sociedad, de este modo, pareció confabularse para que dejar de fumar resultase más cómodo que seguir haciéndolo.

No hay nada más desagradable que bajar a la calle con lluvia y frío a fumar. Y ahí que vamos cada día.
No hay nada más desagradable que bajar a la calle con lluvia y frío a fumar. Y ahí que vamos cada día. Shutterstock

Así que un día decidí que ya no fumaba más. Spoiler: sale mal. Intentar dejar de fumar supone mirar a la cara a tu propia debilidad, a tu fracaso como persona y demuestra que lo que llevas años diciéndote a ti y a los demás ("yo fumo porque me gusta, no porque esté enganchado") son las palabras de un adicto. Eso es algo que los no fumadores no siempre tienen en cuenta: el fumador tiene una adicción que no puede controlar, no es (solamente) un maleducado, un perezoso o un mala vida. Es un adicto. Así que todas esas excusas que yo encontraba para fumar un poco ("ahora que lo he dejado puedo fumarme tres al día, ya solo por placer", "rindo mejor en el trabajo si fumo", "he dejado de comprar pero pido un cigarro si algún amigo fuma cerca", "estoy triste, solo un piti me animará", "los R1 son tan light que prácticamente es como si no fumara" o "total, ya vivo en una gran ciudad y respiro polución todos los días") no son argumentos reales sino trucos de mi cerebro, un cerebro adicto, para engatusarme y que le dé su dosis.

Y así fue como decidí probar con el cigarrillo electrónico, aunque yo lo llamo vapeador porque pronunciar la palabra "cigarrillo" solo me da ganas de comprarme un paquete de Lucky.

A lo largo de mi vida me he comprado televisiones, ordenadores, móviles y un Chromecast, pero ningún dependiente jamás me ha explicado tan minuciosamente el funcionamiento de un artefacto electrónico como el tío que me vendió el vapeador. Siempre me ha fascinado cómo los hombres tendemos a convertir cualquier cosa en un deporte, un ejercicio de destreza y una oportunidad para explicar cosas a los demás. Resulta que hay muchísimos sabores (frambuesa, mango, vainilla, canela) pero yo lo quería sabor Lucky Strike. No existe. Lo más cercano es una especie de aroma a fruto seco con amargor que, al menos, no me hace sentir que estoy comiéndome una macedonia. Y le pongo bien de nicotina, para que la experiencia sea lo más completa posible. Sigo siendo un adicto, pero al menos le estoy haciendo menos daño a mi cuerpo y estoy molestando menos a la gente que quiero. Sin embargo, muchas de esas personas no dejan pasar la oportunidad de darme el coñazo también con esto.

Esto es lo que yo quiero: vapear tranquilamente viendo la vida pasar. Gracias.
Esto es lo que yo quiero: vapear tranquilamente viendo la vida pasar. Gracias. Shutterstock

¿Sabéis lo que me encantaría? Que el mundo me dejase vapear en paz. En silencio, durante todo el tiempo que yo quiera, con la tranquilidad de que el humo va a evaporarse sin incordiar a nadie. Error. Resulta que hay gente a la que también le molesta el humo del vapeador durante el segundo y medio que se queda en el aire. Algunos preguntan con curiosidad: ¿cómo funciona?, ¿de qué sabor es?, ¿te quita las ganas de fumar?. Pues mira, se aprieta un botón y se inspira, es de sabor a hoja seca y sí, me sacia lo suficiente como para no haberme planteado comprar un paquete de tabaco desde hace 10 meses. Es, por tanto, la solución más efectiva que he encontrado. Otros te miran con cara de pena. Unos se ríen de ti directamente. Los hay que te dicen que bah, que para eso vuelvas a fumar tabaco. Incluso hay gente que asegura que eso engancha igual que el tabaco (gracias, ya lo sabía) y que es igual de malo u, oh dios mío, ¡es aún peor! El caso es que todo el mundo parece tener una opinión al respecto.

Algunos artículos alarmistas advierten que el vapeador se está vendiendo como una alternativa saludable al tabaco (no creo que nadie vapee creyendo que es bueno para su cuerpo, sinceramente) y que está empezando a funcionar como un hábito de iniciación al tabaco para muchos adolescentes. Y yo pienso que si un chaval se compra un cigarrillo electrónico y acaba enganchado al tabaco es porque se iba a enganchar al tabaco tarde o temprano. Yo crecí en una casa en la que el mueble bar estaba abierto y en un barrio donde la bodega me vendía Cutty Sark con 15 años, porque si un adolescente quiere probar sustancias nocivas va a hacerlo estén o no a su alcance. Otros informes indican que el líquido del vapeador contiene sustancias tóxicas que pueden dañar el ADN y provocar mutaciones. ¡Mutaciones! Esos informes aclaran que las pruebas de esto son limitadas, lo cual no les impide tratar el vapeador como si fuera vivir en Chernobyl.

Muchos demonizan este aparato sin darse cuenta de lo que supone para los que estamos dejando los cigarrillos
Muchos demonizan este aparato sin darse cuenta de lo que supone para los que estamos dejando los cigarrillos Shutterstock

Muchos médicos advierten de que el líquido no es inocuo (en serio, tíos, que ya lo sabemos), pero que vapear es un 95-99% menos nocivo que fumar tabaco. ¿Noventa y nueve por ciento? ¿Entonces dónde está el problema? Póngame doce, gracias. Por supuesto que no vapear es mejor que vapear, pero ahora mismo mi alternativa a vapear es fumar. Y si alguien empieza a vapear sin ser fumador, sinceramente, es su problema. Yo estoy ocupado librando mi propia batalla. Y, lo que es más importante, estoy disfrutando de los resultados. Ya no toso, ni me ahogo cuando hago deporte. Mi casa huele a hogar y no a prostíbulo, no tengo que jugarme la vida fumando en ventanales y la mesa donde escribo está limpia. Por eso el 70% de la gente que vapea en España ha dejado por completo el tabaco (el 26,5% alterna, pero consigue fumar menos), porque es lo más parecido que hay a fumar sin fumar.

Carmen Escrig, la coordinadora de la plataforma MOVE que promueve el uso de vapeadores en España, asegura que la combustión del tabaco provoca entre 4000 y 7000 sustancias tóxicas, de las cuales más de 100 con cancerígenas. "Con el cigarrilo electrónico, lo que introduces en tu cuerpo es vapor de una sustancia compuesta por propilenglicol, glicerol, aromas alimentarios y nicotina en grado demandado por el consumidor. Por ejemplo, las nieblas de las discotecas que se suelen utilizar para animar a la gente están hechas de propilenglicol y glicerina" apunta Escrig. Que, por otra parte, qué va a decir ella. Pero equiparar los efectos nocivos del vapeador a los del tabaco (sin base científica, solo para darme la turra mientras vapeo tranquilamente en la puerta de un restaurante) ignora un hecho que muchos no fumadores parecen no tener en cuenta y en la que quiero insistir: mi alternativa al vapeador no es dejar de vapear, sino volver a fumar. Y sé que esa misma persona que pretende hacerme sentir mal por vapear me miraría con desaprobación y decepción si volviese al tabaco, como si no estuviese ya yo suficientemente decepcionado conmigo mismo por haber fracasado en mi objetivo.

Para muchos, es vapear o caer de nuevo en las garras del tabaco. Así que más apoyo y menos desaprobación.
Para muchos, es vapear o caer de nuevo en las garras del tabaco. Así que más apoyo y menos desaprobación. Shutterstock

Miro a mi alrededor y veo mucha más permisividad con otras adicciones como el alcohol, la marihuana, las grasas saturadas, el azúcar o la cocaína. De hecho la mayoría de la gente no las considera adicciones sino hábitos cool, divertidos y emocionantes (por cierto, para mí fumar también es esas tres cosas, la única diferencia es que este humo te molesta y si me meto tres rayas a ti no te va a oler la ropa mañana) y en ocasiones hasta me he visto atrapado en debates en los que he tenido que justificar por qué pienso que meterse seis rayas todos los fines de semana es malo para el cuerpo y he acabado quedando como un aguafiestas o un moralista. Nunca más. Que cada uno haga lo que quiera con su cuerpo pero que se informe bien de lo que le está metiendo. Por eso, la próxima vez que veas a alguien vapeando no le des el coñazo, no le hagas sentir mal ni te rías de él. Recuerda que esa persona no es una maleducada, una desinformada ni una patética. Es una persona que está luchando.

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