La Superliga es el reflejo de la sociedad actual

La Superliga Europea como reflejo de la sociedad actual: por qué no debería sorprendernos esta competición en la cultura de la inmediatez en la que vivimos

Ya no nos vale un Bayern-Real Madrid cada 7 años, ahora lo queremos cada 7 días, esperando ingenuamente mantener la misma emoción. ¿Y qué pasará cuando nos aburramos de eso también?

Por Guille Galindo  |  19 Abril 2021

Nadie creyó que viniera el lobo, hasta que una jauría de doce han arrasado todo lo que conocíamos hasta ahora. El 18 de abril de 2021 se recordará siempre por ser el día en el que Real Madrid, Barcelona, Atlético, Manchester United, Liverpool, City, Chelsea, Tottenham, Arsenal, Juventus, Milan e Inter dinamitaron el fútbol y cambiaron su historia con la creación unilateral de la Superliga Europea. Todavía es pronto para saber si el proyecto mastodóntico liderado por Florentino Pérez progresará más allá de su fracaso inicial, si la UEFA conseguirá poner un nuevo parche a la Champions y atraer a la élite, o si habrá una guerra de consecuencias imprevisibles. Lo único cierto a estas alturas es que nada será como antes.

Al margen de filias y fobias, de los intereses que llevan a los seguidores del deporte rey y a los periodistas que lo cubren a posicionarse en un bando o en otro, sorprende a nivel sociológico cómo muchos se echan las manos a la cabeza ante algo que se veía venir de lejos, y más en el mundo en el que vivimos. Esa gente, ¿dónde ha estado encerrada los últimos 15 años? La realidad es que la Superliga Europea no es una idea de barra de bar, es el reflejo de la sociedad actual.

Una sociedad que vive asfixiada por la presión de la inmediatez y del consumo, sin importar la calidad del mismo mientras que este sea lo antes posible. Una sociedad de usar y tirar, que devora cada producto y lo ensalza durante un tiempo cada vez más limitado hasta que llega un nuevo juguete, como ese niño repelente que recibía 15 regalos en su cumpleaños y no disfrutaba ninguno. Una sociedad que te dice que cualquier serie de Netflix es la mejor del año durante un fin de semana, hasta que llega otra el viernes siguiente y se han olvidado de la anterior. Una sociedad que viraliza un meme casi diario que si utilizas 15 días después estás desfasado. Una sociedad que no sabe ni quiere esperar, porque tiene tanta oferta que ya habrá algo que le entretendrá si tú no le ofreces lo que pide cuando lo pide.

Una sociedad, en resumen, que no entiende que la gracia de un Bayern-Real Madrid es que se enfrenten en semifinales una vez cada 8 años, convirtiéndolo en un evento único. ¿Que esto me gusta? Lo quiero hasta hartarme, con tres clásicos europeos cada temporada. El problema es que el fútbol no debería ser ni regirse bajo los mismos parámetros que un meme o una serie. El fútbol no debería ser un producto prefabricado que contente a unos millones de espectadores (que no aficionados) que solo quieren entretenerse viendo nombres icónicos constantemente, sin sentir realmente nada por este deporte. Y sobre todo, el fútbol no debería haber sido nunca ni un mercado, ni un negocio, ni un espectáculo. Pero hace mucho que se convirtió en las tres cosas.

Ahora bien, ¿qué sucederá cuando ese espectador (que no aficionado) al que va dirigido este nuevo canal de entretenimiento se canse de ver una vez y otra lo mismo, o que su supuesto equipo no le gane a nadie? Que volverá al que es su sitio habitual: solo mostrar interés por la final o la semifinal. Y para entonces, no habrá plan B, no habrá otro show alternativo que vender como el mejor, y es probable que ni se pueda tirar de la esencia del pasado ante la ruina de los equipos que no participaron en el club selecto de amigos. Veremos qué hace la oligarquía del fútbol entonces cuando sea el nuevo juguete roto de una sociedad a la que todo le aburre.

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