Problemas de ser una persona alta

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Todos los problemas de ser alto: puertas, aviones, chistes...

Medir mucho más de la media no es una suerte como muchos se creen, es una condena. El mundo está diseñado para gente de altura media, y salirse de esta media puede ser un incordio, además de minar tu moral y tu salud.

Por José L. Ortega  |  21 Noviembre 2018

Hola. Me llamo José y mido 1,96 metros. Soy una persona alta. No extremadamente alta al nivel de Pau Gasol. Pero sí lo suficientemente alto para que mi altura pueda incidir en mi día a día. A veces de forma positiva; y una gran mayoría negativa.

Ser alto no es guay

Porque creedme, mucha gente se piensa que ser alto es guay, pero no lo es tanto. Las personas altas vivimos con cierto miedo escénico. Si nos ocurre algo, tenemos más difícil el disimular que el resto de seres humanos. Esta sociedad no está preparada para nosotros y lo sufrimos en silencio.

Porque sí, los golpes en la cabeza pueden ser una constante si no andamos con cuidado. Ya, eso explicaría muchas cosas. La gran mayoría de edificios o mobiliarios no están preparados para nosotros y solo podemos callarnos y aceptarlo. Los marcos de muchas puertas están realmente bajos, y tenemos que agacharnos para poder pasar. También ocurre con muchas lámparas a las que tenemos que sortear como si estuviéramos jugando al limbo. Eso por no hablar a la hora de levantarnos de las mesas de bares o restaurantes –en los que tampoco entramos o nuestras rodillas rozan con la mesa-. Inconscientemente, cubrimos nuestra cabeza para no golpearnos con algo mientras nos levantamos. Un miedo escénico que es real.

La palma se la llevan también los transportes públicos. Las barandillas. Son nuestro enemigo. Nos obligan a agachar la cabeza para esquivarlas y, si no estamos atentos... ¡zas! Encima, eso. Es un transporte público, hay gente. Y si nos golpeamos, es normal que le haga gracia al resto de transeúntes. Lo curioso es que, de tantas veces que nos damos las personas altas con las barandillas, ya no le damos importancia. Pero escuchamos las risitas de los de alrededor. En más de una ocasión les he dicho que no se corten por reírse, que yo también lo haría.

Creo que tanto golpe en la cabeza ha conseguido que seamos insensibles cada vez que nos damos uno nuevo. Ya ni 'chichones' salen. Es nuestro súper-poder.

Tener que agacharse para pasar por una puerta... el día a día de las personas altas.
Tener que agacharse para pasar por una puerta... el día a día de las personas altas. José L. Ortega

Vale, he repasado la altura, pero ahora queda otra: el tamaño. Y de nuevo, vuelven a hacer acto de presencia los transportes públicos: nuestros mayores enemigos.

Debido a nuestra envergadura no entramos con una cierta comodidad en ninguno de los asientos de los transportes públicos, pensados para meter al máximo número de personas posibles para hacer más recaudación a costa de tenernos como sardinas en lata.

Los aviones: ese gran enemigo

Es particularmente flagrante y dañino el caso de los aviones. Y aquí escribe uno que, por trabajo, ha tenido que cogerse decenas de vuelos. En prácticamente todos los aviones vamos con la rodilla casi pegada a la barbilla. Es una sensación incomodísima, especialmente en viajes largos. Las personas altas siempre intentamos sentarnos en el pasillo para estirar las piernas, pero los azafatos y azafatos no tienen compasión y muchas veces pasan con el carrito de las comidas atropellándonos sin piedad. Y eso, cuando a la persona de delante no le da por reclinar el asiento. ¡Un poco de compasión y solidaridad, por favor!

Las personas altas, en los vuelos, rezamos incluso aunque seamos ateos. Lo hacemos para que ocurran dos cosas. Una, para que no se nos siente nadie al lado y podamos estirar algo más las piernas. Un 'apaño' que a veces nos da la vida, pero que tampoco provocará que tengamos un viaje placentero. Si dormir en un avión es incómodo, imaginad para nosotros. La otra cosa es que queden libres los asientos de emergencia, ya que son los más anchos y los únicos que nos permiten viajar con cierta holgura. Si cuando entréis a un vuelo veis a alguien mirando huecos vacíos en la zona como un águila buscando su presa: es una persona alta.

Las personas altas lo pasamos verdaderamente mal en los conciertos o aglomeraciones

Claro que, tampoco estaría de más que las aerolíneas no cobraran los extras tan salvajes para ocupar los asientos de emergencia. Nos lo tomamos a risa, pero es ciertamente discriminatorio.

Nadie mira por nuestra salud

Los problemas siguen con dolores físicos. De por sí, las personas altas tenemos que fortalecer la espalda más que la media para no tener problemas. Pero es una tarea complicada, porque se resiente incluso a la hora de mantener una conversación.

Sí, nadie piensa en esto, pero es muy real. Imaginad que estáis en un bar o en una reunión en un círculo de gente estándar hablando. Por norma general, todos son más bajos, lo que provoca que tengamos que estar mirando constantemente hacia abajo para encontrar la mirada de nuestros interlocutores. En fiestas con alboroto musical es una tarea harto complicada. Por no hablar de lo que en ocasiones cuesta mantener una conversación, obligándonos a estar muy atentos para que nos llegue el audio de la misma. Nuestro cuello se destroza en estas situaciones. Y luego encima tenemos que soportar los chistes sobre altos.

Este país es muy original y tiene un gran sentido del humor, pero ya podríamos cambiar el repertorio de frases tipo: "Eres más largo que un día sin pan" o "Seguro que los yogures te llegan caducados al estómago", "¿qué temperatura hace ahí arriba?". Décadas escuchando las mismas gracias. Sí, son inherentes a mi altura, pero tampoco está mal renovarse. Por no hablar del "jo, ¡has crecido!" o el "cada vez estás más alto". No.

Repertorio de chistes propio de Arévalo

Pero ahí estamos, forzando la sonrisa cada vez que nos las dicen. Lo peor es cuando las juntan con algún miedo o fobia personal. No sé nadar; es una de mis cuentas pendientes con la vida. Y que cada vez que lo comente, con lo que me cuesta admitirlo, me digan "bah, no te hace falta, con lo alto que eres haces pie en todos los sitios". Es algo que me supera.

Desde fuera puede parecer que todo son ventajas para las personas altas, pero ya veis que no. "Pero en los conciertos no tienes problema". ERROR. Las personas altas, salvo que sean insensibles, lo pasamos verdaderamente mal en los conciertos o aglomeraciones. Sabemos que somos un incordio para la gente que se sitúa detrás nuestro porque les impedimos disfrutar del espectáculo. Cuando esto ocurre, suelo encontrarme un hueco vacío en un radio detrás de mí. Y no es porque huela mal.

1,96 metros no es nada comparado con los 2,13 metros de Paul Gasol.
1,96 metros no es nada comparado con los 2,13 metros de Paul Gasol. José L. Ortega

Es más, en ocasiones he recibido insultos simplemente por estar en un sitio congregado y ser alto. No podemos hacer nada para evitarlo. A veces no queda otro remedio. Cosas así han provocado que, en conciertos, suela coger sitios sentado para incomodar lo menos posible. Y el perjudicado soy yo; que soy miope y de lejos no veo un carajo.

Hay infinidad de problemas más que sufrimos por ser altos. En hoteles o casas ajenas, las camas son pequeñas y nuestros pies pasan la noche a la intemperie, lejos del arropo de cualquier sábana. Cuando llueve, los paraguas de la gente son un arma blanca que tratar de esquivar o tenemos que ponernos de rodillas –casi- para vernos en los espejos.

Curiosamente, la ventaja de ser alto es para otras personas, que utilizan sin miramientos nuestra altura en su favor. Somos tratados como meros objetos. Nos usan de referencia en las aglomeraciones para encontrar al grupo; "mira para arriba y busca la cabeza de José", escucho siempre. También nos piden que alcancemos ese libro que está en la estantería más alta o incluso nos utilizan de sombrilla para resguardarse del sol. Pero luego, en las fotos, nos tenemos que poner detrás para no molestar.

A la hora de encontrar pareja tampoco es gracioso ser alto. Es muy difícil encontrar a personas de un tamaño similar. "Eres alto, se fijarán más en ti". Falso. Y eso por no profundizar más en otros aspectos más íntimos de las relaciones de pareja.

Ser alto trae más disgustos que alegrías. La sociedad no mira por nosotros. Y no parece que vaya a cambiar. Por lo menos, ya no nos resulta tan difícil encontrar ropa o calzado para nuestra altura.

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