¿Por qué mentimos?

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Resolvemos la gran pregunta del ser humano: ¿por qué mentimos?

Mentir es uno de los actos más habituales del ser humano. Pese a que sabemos que está mal, las mentiras son habituales en conversaciones de nuestro día a día. ¿Somos mentirosos por naturaleza? ¿Por qué?

Por Jon Irisarri  |  23 Noviembre 2021

No hay nadie que pueda decir que no haya mentido nunca en su vida. Y si lo dice, está volviendo a mentir. Estamos ante uno de los pecados que más le gusta al ser humano, y que usamos cada vez que la verdad nos asusta o queremos escapar de ella. Hay multitud de finalidades, pero el método es siempre el mismo, y su idiosincrasia tóxica e incierta engancha al que la enarbola.

Es habitual que se nos llene la boca hablando de lo importante que es la sinceridad, que hay que ser honestos y honrados en esta vida. Sin embargo, cuando la realidad aprieta y no vemos otra escapatoria, no dudamos en tomar la salida de la mentira. Y no es algo excepcional, ya que son pequeños actos que se llevan a cabo de forma habitual. En el momento en el que hablamos de lo malo que es mentir, una pequeña parte de la conciencia se revuelve y recuerda todas las veces que se ha hecho uso de la mentira.

Bella dePaulo, psicóloga de la Universidad de Virginia, realizó un estudio donde se confirmaba que una quinta parte de las interacciones sociales que duran 10 minutos o más tienen alguna mentira. Por si fuera poco, en una semana llegamos a mentir al 30% de las personas con las que hablamos. La mentira parece algo inherente a la actitud humana, pero, ¿por qué mentimos tanto, si sabemos que está mal?

La relación con la mentira es curiosa, y es que a veces nos gusta o nos viene bien, pero cuando nos la hacen la odiamos.
La relación con la mentira es curiosa, y es que a veces nos gusta o nos viene bien, pero cuando nos la hacen la odiamos. Unsplash

Cuándo mentimos y cómo trabaja nuestro cerebro al hacerlo

El ser humano tiene cada vez una tendencia mayor a conseguir todo de forma accesible e inmediata. Esa pulsión provoca que la mentira esté vista con buenos ojos cuando necesitamos algo y no vemos otra forma de lograrlo, o nos da miedo o vergüenza afrontar la situación sin recurrir a la mentira. En el estudio de Zety de 2020, donde el 96% reconocía haber mentido en el trabajo, se puede observar que cuanto más adulto es el trabajador, tiene una menor intención de mentir para evitar el trabajo. Es decir, cuanto más joven eres menos confianza hay para pedirle algo al jefe, y por tanto, se toma la mentira como vía de escape con mayor facilidad.

Otra de las situaciones en las que se hace uso de la mentira es en los momentos en los que se quiere impresionar. Cuando se trata de mostrar aspectos de cada individuo de forma exagerada, tratando de mejorar la visión del otro hacia ti, o cuando se oculta algo que se quiere evitar que se sepa, se está mintiendo. Es significativo cómo todas las investigaciones al respecto apuntan a que esto se magnifica en el caso de los chicos. Ellos mienten para impresionar ocho veces más de lo que mienten por cualquier otro motivo, una circunstancia ligada a la masculinidad frágil y tóxica y a la obligatoriedad por destacar que la sociedad impone implícitamente a los hombres.

Sea como fuere, queda claro que mentir es algo cotidiano, pero no por ello sencillo. El cerebro está muy ocupado cuando mentimos, y es que se ponen en marcha tres partes fundamentales:

'Slippery slope', la espiral de la mentira de la que cuesta salir

La pendiente resbaladiza, conocida como slippery slope, consiste en la desencadenación de hechos a raíz de una primera decisión. Una especie de efecto dominó donde una acción inicial marca el resto de pasos que se irán dando a continuación. En el caso de la mentira, ocurre algo del estilo. Una primera mentira, si quiere aguantar con éxito, debe ser continuada por muchas más. Y si la primera mentira fracasa o está a punto de ser descubierta, tratamos de buscar otra mentira que nos salve del apuro. Por lo tanto, la bola de nieve se va haciendo cada vez más grande, y esto también supone que cuantas más mentiras decimos, más vergüenza nos dé reconocer la verdad.

La próxima vez que pensemos en lo mal que está mentir, debemos ser conscientes de que todos lo hemos hecho. Si bien es cierto que hay diferentes tipos de mentira, y que no es comparable algo cruel con una pequeña mentira que puedas realizar para impresionar, la falta a la verdad ya la has cometido. Por lo que, antes de abanderar la sinceridad a los cuatro vientos, deberíamos realizar una autocrítica y recordar que a todos nos gusta, de vez en cuando, escapar de la verdad.

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