Y después del Orgullo, ¿qué?: la lucha se hace todos los días

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Y después del Orgullo, ¿qué? El pinkwashing y las reivindicaciones de antes y ahora

Como ha quedado demostrado, el Orgullo LGTBIQ+ no solo es una fiesta, y las reivindicaciones no sirven de nada sin organización.

Por Celia Varona  |  08 Julio 2019

En los últimos años del Orgullo LGTBIQ+ siempre vemos, por una parte, a políticos de toda índole pelear por tener las declaraciones 'tolerantes' más sonadas, aunque muchos ni se crean el discurso. Por la otra, presenciamos atónitos cómo las marcas buscan añadir cuanto antes la bandera LGTBIQ+ a sus establecimientos, o poner mensajes comprometidos en sus redes sociales, cuando una vez rascas un poco y no te quedas en la superficie descubres que, realmente, su apoyo al colectivo es prácticamente nulo.

Estos son solo dos ejemplos del oportunismo presente en la semana del Orgullo. Un oportunismo al que se conoce como 'pinkwashing'. Esta palabra comenzó a utilizarse contra el Estado de Israel cuando hizo un lavado de cara institucional para apoyar los derechos gays, táctica muy criticada por la mayoría. El término 'pinkwashing' se ha extendido hasta el punto de denominarse así a estrategias institucionales o partidistas que mantienen el statu quo pero apoyan un movimiento conocido como el Orgullo, muchas veces quitándole su sentido combativo. Una idea muy similar es la del capitalismo rosa o el purplewashing (asociado al movimiento feminista).

¿Los mismos valores e ideas que cuando empezó?

Lo cierto es que, para muchos sectores, colectivos y organizaciones, la participación sin autocrítica de ciertos partidos políticos, personajes públicos o asociaciones en el Orgullo, en sus desfiles y sus fiestas no son más que una estrategia de visibilidad y un lavado de cara (de ahí lo de 'washing') frente a anteriores comentarios o posturas.

De la misma manera, en los últimos años se ha extendido la idea de que esta "fiesta" (porque para muchos es lo que es ahora, una fiesta) ha dejado de lado la profundidad de sus ideas y la combatividad del discurso, homogeneizándose y siendo partícipe del movimiento festivo capitalista. El nacimiento del Orgullo crítico, su desarrollo y su alta participación pone esto anterior de manifiesto. En ningún momento se niega que el Orgullo no tenga valores ni sea un espacio abierto de tolerancia, sino que los intereses políticos y económicos han encontrado su hueco en el mismo.

El Orgullo LGTBIQ+ volvió a llenar las calles. Pero lo que pase después es más importante.
El Orgullo LGTBIQ+ volvió a llenar las calles. Pero lo que pase después es más importante. GTRES

Agresiones antes, durante... y después

Por si fuera poco, durante los días previos y durante el Orgullo, han salido a la luz multitud de agresiones de todo tipo que personas del colectivo han sufrido. En bocas de metro, supermercados y a plena luz del día, grupos (generalmente hombres) han agredido verbal o físicamente a quienes han participado del día del Orgullo.

Cabe señalar, que de las miles de personas heteronormativas (o no) que participaron del ambiente festivo (y solamente del ambiente festivo), habrá quienes sigan sin revisarse comportamientos machistas, tránsfobos u homófobos, y que no tengan interés alguno en hacerlo. Porque si bien es cierto que la deconstrucción y el aprendizaje son lentos y van poco a poco, hay quienes solo han visto en el Orgullo un espacio festivo de conciertos gratuitos, y no es eso.

Los disturbios de Stonewall en el año 1969 fueron el punto de inflexión para dar rienda suelta a una serie de reivindicaciones que habían estado más acalladas si cabe. Para honrar la lucha, la resistencia y el coraje de quienes estaban esa noche en el pub neoyorquino, no solo hace falta fiesta y eslóganes cortos, sino organización y un análisis completo de la situación.

Está bien tener días de visibilidad total, pero de nada vale si los 364 días restantes apoyamos las luchas desde casa, no somos autocríticos y no participamos en las mismas. Si después del Orgullo volvemos a mirar detenidamente a una pareja homosexual que se da besos o seguimos poniendo peros a los derechos del colectivo, ir a la manifestación no valdrá para nada.

Detectar el pinkwashing puede ser fácil: si hay beneficios económicos, propagandísticos o publicitarios de por medio, si lo que se hace acaba respondiendo a los intereses del capital o se permite sin ningún tipo de limitación, es que no molesta. Lo que hay que evitar es que la lucha por los derechos LGTBIQ+ se conviertan en algo de esto. A todos los que hemos disfrutado del Orgullo, es necesario que seamos conscientes de que una lucha así hay que hacerla día a día.

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