El negocio de la multipropiedad en el fútbol

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La multipropiedad en el fútbol: el negocio de moda sin ningún tipo de control que nadie quiere regular

La multipropiedad en el fútbol se ha convertido en la última moda para los que quieren negociar con el balón. Grupos que, como la familia Pozzo o la omnipresente Red Bull, dirigen varios clubes sin el control de las autoridades y sin miedo de enfrentarse en competiciones europeas.

Por Guillermo Córdoba  |  29 Enero 2019

El fútbol es un deporte de equipo vendido como un deporte individualista. Rara vez los protagonistas son los once jugadores que saltan al terreno de juego. El héroe puede ser el delantero que marca el gol de la victoria en el descuento o el portero que para el penalti que él mismo había cometido. Pero, como decía, la portada se la suele llevar la estrella, él, una sola persona, el artífice de la victoria.

El individualismo conlleva el egoísmo, donde lo individual prima sobre lo colectivo, uno de los males del fútbol desde su entrada en el nuevo milenio. No es el único, ni mucho menos. Seguramente el más grave, o el que más preocupa a la afición, sea el advenimiento del fútbol moderno, en el que el dinero se ha convertido en algo más importante que los sentimientos. Los jugadores besan su nuevo escudo cuando pisan el césped por primera vez sin importarles que ahí, en las gradas, hay seguidores que darían la vida por sus colores. No hay amor, hay apariencia. En ese mismo deporte que nos vuelve locos, han aparecido en los últimos tiempos varias empresas que han hecho del fútbol un negocio con múltiples piezas. Sociedades que son propietarias de varios clubes para que su beneficio sea, la mayoría de las veces, mayor.

Los Pozzo, o cuando los jugadores se convierten en mercancía

La familia Pozzo es conocida por controlar varios clubes en las mejores ligas del mundo: Udinese en la Serie A, Watford en la Premier League y, hasta mayo de 2016, el Granada en España. En esa fecha, los Pozzo vendieron el club a la sociedad china Desport. Esta triple alianza del pasado, doble en la actualidad, supuso constantes traspasos entre los tres clubes. No son pocos los jugadores que han jugado en los tres equipos de la familia Pozzo, pero nosotros nos centraremos en dos casos con múltiples coincidencias.

Isaac Success tiene 23 años y ya ha hecho ese recorrido. En 2014, cuando estaba a punto de cumplir la mayoría de edad, dejó Nigeria para unirse al filial del Udinese. Ese mismo verano fue traspasado al Granada, donde alternó partidos con el primer equipo y su filial. Su rendimiento creció en la siguiente temporada, en la que marcó seis goles y aportó cinco asistencias jugando 28 partidos como titular. Después de esta magnífica progresión, el Watford puso 15 millones sobre la mesa para llevárselo a la Premier League, a pesar de que su valor de mercado oscilaba únicamente en torno a los 3 millones.

Adalberto Peñaranda es otro jugador que ha pasado por estos tres equipos. Como en el caso de Success (no será la primera coincidencia), llegó al Udinese procedente de su país natal, Venezuela, en 2015. Ese mismo verano fue cedido al Granada, donde pasó por el filial antes de hacerse con la titularidad. Disputó 23 partidos y marcó cinco goles en su primera experiencia en España. Después volvió al Udinese, que cerró el circuló al traspasarlo al Watford por 10 millones de euros cuando solo tenía 18 años y su valor de mercado era de 500.000 euros. Tanto Peñaranda como Success también fueron cedidos desde el Watford al Málaga. Curiosas e incluso incomprensibles curiosidades, pensaréis.

Peñaranda es el último en completar el trayecto Udine-Granada-Watford.
Peñaranda es el último en completar el trayecto Udine-Granada-Watford. Twitter/@Adalbertopr7

Molla Wagué (actualmente en el Udinese), Darwin Machís (este sin pasar, todavía, por el Watford) o el infatigable Abdoulaye Doucouré (solo le falta ir a Italia) son otros de los múltiples ejemplos que nos ha regalado esta discutible alianza a tres bandas. En el mercado de invierno de 2019, dos jugadores del Watford pusieron rumbo a Udine con el objetivo de contar con más minutos: Marvin Zeegelaar y Stefano Okaka. Previsiblemente no serán los últimos de este continúo trasvase de jugadores sin control alguno.

Si seguimos analizando la Premier League, nos encontramos con que dos de los clubes más poderosos de Europa cuentan con 'clubes satélite' que utilizan sobre todo para que sus jugadores más jóvenes se formen lejos de Inglaterra. Sus plantillas están formadas por los mejores jugadores del mundo, por lo que el hueco para los imberbes es escaso. Por ello, lo mejor es buscarles una salida fácil, para que puedan tener minutos y seguir con su formación. Pero lo habitual es que muchos jugadores viajen por Europa de cesión en cesión, sin un rumbo fijo. Todo por culpa de la avaricia y de fichajes innecesarios.

El pacto entre Chelsea y Vitesse se remonta a principios de esta década. Nombres como Nemanja Matic, Gael Kakuta o Dominic Solanke pasaron por el club holandés para tener una etapa de formación lejos del competitivo equipo londinense. En la actualidad. Por otro lado, el acuerdo existente entre Manchester City y Girona es más reciente pero con idéntico parecido. Aleix García, Douglas Luiz y Patrick Roberts fueron cedidos en verano por el conjunto inglés al equipo español.

Tres nuevos equipos que comparten alas

El último ejemplo de estas multipropiedades nos permite viajar al centro de Europa. Allí, concretamente en Austria, la compañía de bebidas energéticas Red Bull ha formado un imperio del deporte. Está presente en la Fórmula 1, el motociclismo y, por supuesto, en el fútbol. Pone nombre y apellidos a tres equipos y, como con los Pozzo, sus jugadores viajan de cesión en cesión. Estos conjuntos son el RB Leipzig en la Bundesliga alemana, el Red Bull Salzburg en la Bundesliga austríaca y el New York Red Bulls en la Major League Soccer.

El sorteo de la fase de grupos de la UEFA Europa League nos deparó un enfrentamiento familiar. En el grupo B quedaron emparejadas las dos franquicias europeas de Red Bull. Según la normativa de la UEFA, "ningún individuo o entidad legal puede tener control o influencia en más de un club participante en una competición de clubes de la UEFA". Pero esta, en un nuevo alarde de indiferencia como ya hizo con el Manchester City o el PSG, permitió que ambos quedaran encuadrados en el mismo grupo.

El Leipzig y el Salzburg se enfrentaron en la primera y en la quinta jornada de la fase de grupos. Los seis puntos a repartir se marcharon para Austria gracias al noruego Fredrik Gulbrandsen, que le dio la victoria a su equipo en los dos partidos. Este, curiosamente, había estado cedido en los New York Red Bulls, el tercer embrión de esta franquicia. Y aunque el Salzburg progresó a los dieciseisavos de final de forma inmaculada, el Leipzig necesitaba una ayuda de su hermano para acompañarle en el sorteo.

Los alemanes y el Celtic estaban empatados a puntos con solo una jornada por delante. El Leipzig recibía en casa al Rosenborg, ya eliminado, mientras que el Salzburg visitaba a un Celtic que se jugaba la vida. En resumen: si el equipo austríaco empataba o ganaba a los escoceses y el Leipzig ganaba al Rosenborg, los dos equipos de Red Bull (bueno, según la UEFA no) pasarían a dieciseisavos de final de la Europa League. El desenlace fue, cuanto menos, inesperado. El Salzburg, a pesar de no jugarse nada, cumplió y ganó al Celtic, pero el Leipzig no pudo pasar del empate ante un ya desahuciado Rosenborg. ¿Qué habría pasado si el Leipzig también hubiera cumplido con su parte del trato?

La respuesta es propiedad de la UEFA, una institución incapaz de impartir justicia como es debido. Ahora os propongo reflexionar sobre otras situaciones. ¿Qué pasaría si el Girona está en el mismo grupo que el Manchester City y necesita la ayuda de su 'hermano mayor'? ¿Se quedarían sus jugadores cedidos sin jugar por la adulteradora cláusula del miedo? Sería, cuanto menos, inquietante. ¿Y si Watford y Udinese llegaran a Europa y el morbo del sorteo les emparejara en el mismo grupo? No sabemos qué haría la UEFA, pero prefiero no confiar demasiado en una institución que ha perdido su credibilidad en los últimos tiempos.

Las multipropiedades han irrumpido con fuerza en el fútbol con la intención de quedarse. Los jugadores viajan cada temporada de cesión en cesión, presos de un negocio al que nadie parece querer poner freno. Isaac Success, Aleix García o Fredrik Gulbrandsen no han sido los primeros y tampoco serán los últimos. La pelota descansa desde hace años en el tejado de la UEFA, pero no hay ningún espíritu inocente que tenga la intención de recogerla.

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