"Los 30 son los nuevos 20", una frase que no ayuda a los jóvenes tanto como parece

Shutterstock

Los 30 son los nuevos 20: aumentamos nuestro ratio de juventud porque nuestra vida apenas cambia en esa década

Por si fueran pocas a todas las cosas a las que nos tenemos que adaptar en una sociedad mediatizada, precaria y cambiante, llega el nuevo eslogan: los 30 son los nuevos 20. Pero, ¿por qué?

Por Celia Varona  |  01 Octubre 2019

Últimamente no dejamos de oír que los 30 son los nuevos 20. Desde artículos de todo tipo de periódicos y revistas hasta las campañas publicitarias enfocan ahora este tema que parece salir hasta en la sopa. Saben que es una frase que alivia y anima a todos aquellos que empiezan a ver más cerca el cambio de década, o a los que ya se adentran en la treintena sin saber cómo han llegado hasta ahí tan rápido.

Sin embargo, este no deja de ser un tema que sirve para evitar o tapar la realidad, las conversaciones incómodas sobre la situación de las personas jóvenes y adultas en nuestra sociedad y que incluso a veces hasta lleva a tratarse con broma o regocijo.

Vamos a tratar de dar una vuelta a la expresión "los 30 son los nuevos 20" y a analizarla un poco, para entender mejor de qué va la cosa. En primer lugar, describamos los 30 y los 20. Cuando pasamos la treintena (o eso me han contado) nos da un buen bajonazo. Y es que el inicio de esta década suele relacionarse como el inicio de la adultez. Es decir, que según las normas sociales ya deberíamos tener, o al menos estar en camino de, cierta estabilidad: una familia normativa, una casa, el trabajo estable, el jardín y la barbacoa los domingos. En definitiva, el típico sueño capitalista estadounidense amoldado a las vidas mediterráneas.

Si a los 20 años no tienes la vida que pensabas, imagínate cuando lleguen los 30...
Si a los 20 años no tienes la vida que pensabas, imagínate cuando lleguen los 30... Shutterstock

Por el contrario, la veintena es la década del furor, en el que aún eres lo suficientemente joven para todo y no eres lo suficientemente mayor para nada. Aunque las resacas son peores a los 28 que a los 21, todo es diversión. Los primeros años, en una gran parte de los casos, son universitarios o de formación: vida loca. El resto, hasta que nos asentamos y dejamos de ir como pollos sin cabeza, lo pasamos relajaditos quienes todavía pueden ampararse en sus familias. En definitiva, todo luz y color.

Lo de como ir pollos sin cabeza es verdad, pero de otra manera

Esta teoría y las descripciones son muy bonitas... si fueran exactas. Y no lo son. Hoy, en esta sociedad inmediata y en constante cambio, las situaciones de los jóvenes son bien distintas. Si hace unas pocas décadas, a los 20 años ya se tenía trabajo, matrimonio, y muchas veces algún crío que otro, ahora nos parece impensable. El contexto ha cambiado por completo. Lo socialmente aceptado en la actualidad es hacer una carrera al salir del instituto, aunque no tengas claro de qué: "los mejores años de nuestras vidas", dicen. Quien se lo pueda permitir, se irá fuera y podrá vivir cuatro años dedicados a "la carrera que le gusta".

Y una vez, finalizada la universidad, ¿qué? Desde que salimos de la carrera hasta que nos asentamos un poco, puede pasar de todo. Es muy difícil salir de la carrera con un trabajo estable que permita total independencia. Hay que tener mucha suerte o mucha maña. A esto hay que sumarle la precariedad actual de todos los trabajos. Quien no se pasa siete años siendo becario, se ve obligado a saltar de contrato basura en contrato basura.

Lo más visto

Así, por mucho que nos dé para mantenernos, es imposible no tener que cuadrar cuentas para pagar gastos, comida, vida social... Así que, a los 30, muchas veces, seguimos como si tuviéramos 22. Más perdidos que nada.

Tampoco es que tus amigos te vayan a ayudar mucho, básicamente porque están igual o peor que tú.
Tampoco es que tus amigos te vayan a ayudar mucho, básicamente porque están igual o peor que tú. Shutterstock

Preferimos que los 30 sean los 30 y los 20 los 20

Muchas veces, este mensaje nos llega con tonos irónicos o sarcásticos. No nos queda otra, en muchas ocasiones. Sin embargo, debería ser todo lo contrario. No es motivo de risa que a los 30 años no tengamos solvencia para independizarnos y nos tengamos que ver obligados en ocasiones a emigrar, y en otras muchas a mantenernos gracias a la ayuda de nuestros padres u otras personas.

Está claro que es igualmente injusto que para esa edad tengamos que haber configurado una familia para esa edad, pero... ¡ni tanto ni tan calvo! Nos piden que tengamos hijos pero no tenemos siquiera casa propia donde tenerlos. Nos piden experiencia pero no nos contratan. Nos piden preparación máxima a la que no podemos acceder por las tasas, porque no tenemos dinero porque no nos contratan... ¿entendemos ya el círculo vicioso en el que estamos metidos?

Los problemas que hay obligan a los jóvenes a serlo hasta pasados los 30.
Los problemas que hay obligan a los jóvenes a serlo hasta pasados los 30. Shutterstock

A pesar de que la frase que guía este artículo está totalmente condicionada por la coyuntura social, económica, cultural y política de nuestro entorno... ¿tenemos nosotros alguna responsabilidad? Existe, sobre todo en sectores más económicamente solventes de la juventud (donde ha existido siempre) un pasotismo implícito. El dinero significa muchísimo hoy en día y el tener un colchón puede repercutir en que dejemos de buscarnos la vida, estudiemos y nos coloquemos fácil. O en qué pasemos de todo. Y todo es fiesta, y todo es felicidad.

Lo que sí que está claro es que nuestras generaciones están envueltas y son partícipes de un cambio en todos los sectores de la sociedad. Nada será como lo hemos conocido, y todo parece estar en movimiento cada día que pasa. Debemos analizar los problemas y concienciarnos para saber adaptarnos a una sociedad donde, a este paso, a los 40, seguiremos sin tener nada estable. Para ocultarlo, dirán que los 40 son los nuevos 20 y a otra cosa.

Artículos recomendados