Por qué los famosos no van a cambiar el mundo

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Por qué no debemos pensar que los famosos van a cambiar el mundo

Muchas veces nos empeñamos en ver a los famosos como nuevas divinidades, y nos aferramos a ellos para que intenten cambiar todo lo que va mal desde arriba. Es hora de desechar esa idea. Aquellos a los que admiramos no son más que personas con sus propios intereses, alejados (en su mayoría) de cualquier tipo de disposición al cambio.

Por Guille Galindo  |  19 Enero 2021

Seamos sinceros, ¿quién no ha tenido envidia alguna vez de los famosos? Vacaciones de ensueño, un nivel de vida inalcanzable para la gran mayoría, planes semanales que nosotros mataríamos por hacer aunque sea una vez y un largo etcétera de situaciones y amistades de las que nos encantaría formar parte.

La vida es injusta, está claro. Pero ellos no tienen la culpa de esa injusticia, solo han tenido la suerte o el don necesarios para aprovecharse de ella en su propio beneficio. O simplemente, estuvieron en el lugar adecuado en el momento adecuado, que no es fácil. ¿Qué nos queda al resto? Admirarlos, ser unos haters o exigirles que cambien el mundo. Y las tres cosas están mal.

Los famosos son también líderes de opinión. Sus fans más incondicionales harán todo por ellos.
Los famosos son también líderes de opinión. Sus fans más incondicionales harán todo por ellos. GTRES

Una repercusión que no tienen por qué utilizar en nuestro beneficio

Evidentemente, criticar por criticar a los famosos o buscar la más mínima oportunidad para atacarlos o intentar reírse de ellos refleja una vida un tanto vacía. Y ojo, eso no quiere decir que deban ser intocables, porque sus errores pueden influir negativamente en sus miles o millones de seguidores. Pero cabría recordar que son humanos, algo que mucha gente parece olvidar.

Hasta aquí todo bien y políticamente correcto. Pero, ¿por qué no deberían ser admirados, ni siquiera mínimamente exigidos? En ambos aspectos, la respuesta es la misma: porque son meros trabajadores, como el conductor que lleva el autobús mientras tú escribes dentro de él un tweet de apoyo a tu actor o cantante favorito.

Que salgan en un campo de fútbol, en la televisión, el cine, Twitch o YouTube no les debería convertir en estrellas ni en el ejemplo a seguir de nadie, al menos no más que cualquier otra persona de nuestro día a día. Es este uno de los grandes errores de los millennials, incluido del que escribe estas líneas: tratar como dioses a personas de carne y hueso como nosotros. En gran parte, porque nos solemos llevar una decepción al final.

Como venimos diciendo, son trabajadores, pero con una diferencia clara del resto como es la repercusión. Algunas personalidades del mundo del cine, la música o de las redes sociales cuentan con legiones de fans totalmente entregadas, capaces de hacer lo que sea si su ídolo se lo pide. Si un famoso de estas características dijera: "no compréis esta marca de ropa porque explota a los niños asiáticos", muchos dejarían de hacerlo, a pesar de que es un dato de sobra conocido.

Imponemos una presión social injusta a los famosos.
Imponemos una presión social injusta a los famosos. GTRES

Excepciones que confirman la regla

Esta es una baza que se podría aprovechar pero que no se hace, al menos no todo lo que sería posible, porque, y lamento volver otra vez a lo mismo, los famosos resultan ser personas normales, no líderes de la revolución. Algunos, además, están muy lejos de ella, solo que no se atreven a decirlo por no perder seguidores. Por si fuera poco, buena parte de su fama se basa (aunque cada vez menos en el caso de los streamers) en la publicidad que recibe de empresas externas, con cero interés en que algo cambie.

Por eso, debemos valorar como se merece que Marc Gasol se sumerja en el agua para salvar refugiados mientras su hermano Pau viaja a los lugares más conflictivos para concienciar a sus seguidores, o que Leonardo DiCaprio haya dejado en segundo plano su carrera de actor para salvar el planeta. Pero tampoco podemos criticar a aquellos que no lo hagan y vivan ajenos a todo. El problema no es suyo, sino de una sociedad individualista que convierte la conciencia social en un elemento que cada uno debe estudiar por su cuenta, no en algo intrínseco y común. Solo así se entiende que muchos de los que se marchan de su país de origen para pagar menos repitan como loros que el Estado no ha hecho nada por ellos, o que los que pagan más pidan a cambio ser los primeros en recibir la vacuna contra la COVID-19.

Por tanto, si coincide que un famoso tiene unos ideales claros y positivos para el conjunto, y lucha por ellos aprovechando su repercusión entre la población, bravo por él. Pero no será más que un caso aislado. La mayoría simplemente se dedicarán a trabajar y a mantenerse en la cresta de la ola en repercusión y en economía, aunque ello signifique mudarse a Andorra para ahorrarse un dinero que no necesitan.

LeBron James se ha mostrado crítico públicamente con la política de Donald Trump en numerosas ocasiones, e inauguró un colegio en su Akron natal para dar a los niños todas las facilidades que él no tuvo. Michael Jordan, en sus años de carrera, apenas se implicó en algún asunto polémico. "Los republicanos también compran zapatillas", decía. Ambos pasarán a la historia por ser los dos mejores jugadores de la historia del baloncesto. Hasta que la sociedad cambie y apueste por la concienciación y otros valores similares, no se les podrá exigir nada.

La nueva ola feminista fue la que propició el movimiento #MeToo en Hollywood, fundamental para dar al problema del machismo la visibilidad necesaria en toda la ciudadanía. Los famosos deben apoyar y legitimar los cambios, no ser los impulsores. Eso, al final, depende del que escribe el tweet en el autobús y del conductor, y de todos los que son como ellos.

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