Industry Kitchen
Comer oro: la cara (e insípida) nueva moda de la alta gastronomía
Pizzas, hamburguesas, perritos calientes, tacos... la fast food barata tiene también su versión sibarita bañada en oro. Pero, ¿por qué nos ha dado por comer oro? ¿A qué sabe? ¿Es seguro para nuestro organismo? Intentamos responder a todas las preguntas sobre esta nueva moda culinaria.
30 Julio 2018
|¿En qué te gastarías 2.000 euros? Aunque parezca mentira, hay gente que se lo gasta en pizza. En una sola. Se llama "24K", se sirve en el restaurante Industry Kitchen de Nueva York y cuesta 2.000 dólares más impuestos y propinas, unos 2.000 euros al cambio.
El preciado manjar, al alcance del bolsillo de unos pocos, tiene una base de masa y queso Stilton sobre la que reposan foie gras, trufas, caviar de Osetra y... hojas de oro de 24 quilates que se funden sobre el resto de ingredientes en el horno.
El froie gras, las trufas o el caviar llevan años en los menús de los paladares más sibaritas, pero ¿y el oro? ¿Desde cuándo está de moda comer oro? Lo cierto es que la ingesta de oro está documentada desde la Edad Media, cuando la realeza añadía trozos de oro a sus platos para demostrar su riqueza. Desde entonces, este ingrediente había caído en desuso en la cocina, hasta que recientemente ha vuelto a ponerse de moda, aunque con los mismos motivos de antaño: demostrar un cierto status social.
¿Se puede comer oro?
El oro es un metal precioso blando, maleable y de color amarillo brillante. Su pureza se mide en quilates, siendo 24 quilates la máxima pureza (y la más cara). Se utiliza sobre todo en joyería, donde para hacerlo más sólido se mezcla con otros metales, rebajando así su pureza.
No hay demasiados estudios sobre la ingesta de oro en el organismo. La Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria sólo ha realizado dos estudios en toda su historia: uno en 1975 y otro más reciente, en 2016, tras el auge en su consumo. En ambos se ha concluido que el oro, en pequeñas cantidades, es en principio inocuo para el organismo: es digerible pero nuestro cuerpo no lo asimila, por lo que si comes oro lo acabarás expulsando tal y como te lo tragaste.
De esta forma, el consumo de oro es legal tanto en Europa como Estados Unidos. Para ello, debe ser oro puro, de 24 quilates y con más de un 90% de oro en su composición, pudiendo estar mezclado con otros metales como la plata, que también son digeribles, pero no con cobre, que sí puede llegar a ser tóxico. Para lograrlo sin un precio multimillonario, en hostelería se utilizan finísimas hojas de oro prensado especialmente diseñadas para su consumo.
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¿A qué sabe el oro?
Respuesta corta: a nada. El oro no es tóxico, pero tampoco sabe a nada ni aporta ningún beneficio al organismo. Es completamente insípido, no aporta ningún tipo de valor nutricional, digestivo o alimenticio de ningún tipo. La diferencia entre un plato con o sin oro es únicamente su apariencia, y su precio.
Entonces, ¿por qué nos ha dado por comer oro?
Llámalo estupidez humana, llámalo moda, llámalo... Instagram. Las redes sociales son las principales culpables de esta nueva tendencia culinaria. Igual que las fotos de tus vacaciones en Instagram son puro postureo, también lo son los platos que te comes.
Y como todo en Instagram entra por los ojos, los platos tienen que ser bonitos y brillantes. Y un plato con oro no sólo está hecho por y para las redes sociales, también para demostrar ese status de exclusividad al haberte podido permitir algo cuyo precio supera la media de mercado. Como un hotel de lujo o un deportivo descapotable.
Fast food de lujo
La repostería francesa lleva años añadiendo pequeños fragmentos de oro a sus tartas para darles un toque de glamour y elegancia, pero la explosión del oro en los últimos años se ha extendido como un grupo de chonis en el polígono: ya no se trata de añadir un toque de oro, sino de cubrir la mayor parte posible del plato, y si este es fast food, mejor que mejor.
Entre las delicias más cotizadas con oro se encuentran, además de la célebre pizza 24K:
- Un donut a base de Ube (un tubérculo popular principalmente en Filipinas), champán y polvos y escamas de oro de 24 quilates por 100 euros la pieza. En Nueva York, Manila Social Club (2 Hope St. Brooklyn).
- Un sándwich de queso a la plancha bañado en oro por 214 dólares. También en Nueva York, en la pastelería Serendipity 3 (225 E 60th St), que se especializa en este tipo de postres con un helado con oro que supera los 1.000 dólares.
- Un taco con trufas, caviar, langosta, Kobe y oro por 25.000 dólares la pieza. Tal vez el más extravagante de todos, disponible en el Hotel Grand Velas de Los Cabos, México.
La mayoría de estos platos sólo están disponibles por encargo con varios días de preaviso.