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Rosendo dice adiós tras más de 40 años de puro rock and roll
El músico, clave en el desarrollo del rock en España, se despide de los escenarios tras más de cuarenta años sobre ellos. En todo este periodo ha compuesto himnos generacionales y ha sentado los cimientos del resto de bandas que vinieron después.
| 02 Enero 2019
Rosendo Mercado cerró su extensa etapa sobre los escenarios el día de Nochebuena de 2018 en Barcelona. El músico se despidió a sus 65 años de casi cuatro décadas en las que se ha erigido como la referencia absoluta del rock en nuestro país, la influencia totémica de muchos grupos que han venido después. Nacido en Madrid el 23 de febrero de 1954, este músico madrileño se ha caracterizado por su innegociable estilo rockero, sin fantasía, duro, directo y por un lenguaje particular muy vacilón y con mucha chulería sana. Siempre ha sido él mismo, "el mismo 'manta' que toca la guitarra como Dios le dio a entender", como le gusta definirse. Naturalmente, un 'manta' nunca sería capaz de componer canciones como 'Pan de Higo' o 'Flojos de Pantalón', por ello hemos querido ahondar en lo que representa la despedida de uno de los rockeros españoles más míticos.
De banda en banda
Rosendo comenzó su periplo en la música hace más de cuarenta años, cuando aceptó tocar con Fresa, un grupo que tocaba en salas de fiesta. La formación posteriormente pasó a llamarse Ñu, con el cual llegó a grabar en 1976 el primer disco de la banda después de hacer la 'mili'. Sin embargo, debido a la mala relación con José Carlos Molina, Rosendo se fue del grupo y fundó Leño.
Leño fue uno de los grupos clave en el desarrollo del rock en España. El primer álbum homónimo, publicado en 1978, estaba repleto de largas composiciones, y contenía canciones sinceras, sin pretensiones, que hablaban de lo que rodeaba al grupo como su ciudad, fuertemente criticada en 'Este Madrid' y la experiencia con las drogas en 'El Tren'. La grabación del segundo álbum, 'Más madera', no tuvo el resultado esperado para la banda, que grabó el siguiente disco en un directo en la Sala Carolina, situada en el madrileño barrio de Tetuán. Allí se escuchó por primera vez 'Maneras de vivir'.
Durante aquella época la banda vio cómo grupos de la Movida comenzaron a tener mayor impacto mediático, desplazando a Leño, en lo que supuso un ejemplo de cómo el lenguaje crudo del rock no encajaba con los intereses mediáticos. En palabras de Rosendo: "Llegaron unos críos pintados de colores que querían jubilarnos. Hombre, por Dios, que estábamos empezando a asentarnos. Y tocaban mal, tan mal como nosotros en los inicios. Pero la culpa no era suya, fueron los medios los que querían liquidarnos, devolvernos a la miseria".
Pero no pudieron con ellos. El cuarto y último álbum del grupo fue 'Corre , corre'. En él se encuentran clásicos como 'Sorprendente' y una advertencia: 'No se vende el Rock and Roll'. Con esa máxima Rosendo abandonó la banda en 1983, justo en el mejor momento de la misma. Sin embargo, la disolución del grupo no fue fácil por los obstáculos que puso la discográfica Zafiro. Para poder iniciar su etapa en solitario, Rosendo tuvo que renunciar a sus derechos sobre las canciones más famosas de Leño.
"Aspirante a debutante" en solitario
"Si fuera yo capaz de conseguir / tenerte alguna vez entretenido / hacerte por lo menos sonreír / prometo estarte agradecido" son unos de los versos de 'Agradecido', la primera canción de 'Loco por incordiar', álbum con el que Rosendo inició su largo camino en solitario allá por 1985. El sonido de este disco tiene riffs rápidos, como se percibe en 'Pan de Higo', combinándolo en ocasiones con algunos coros, como en 'Crucifixión'.
Lo más visto
En las letras predomina un sentimiento de rebeldía, aunque los teclados y el sonido acústico de las guitarras en algunos temas constituyan un cambio respecto a la línea que seguía Leño. El disco incluye una composición instrumental llamada 'Buenas Noches', el broche final al primer álbum en solitario de un músico que escribiría su nombre en lo más alto de la historia de la música de este país.
Durante los tres años años siguientes, Rosendo publicó 'Fuera de Lugar, '...A las lombrices' y 'Jugar al gua'. Si bien no tuvieron la recepción que su primer álbum en solitario, 'Jugar al gua' contiene sonidos distintos, con más protagonismo para el teclado como en 'Bajo Cuerda', así como estilos diferentes, como el reggae en 'Del Pulmón'. Además, en este disco se encuentra una de las composiciones más conocidas de Rosendo, 'Flojos de Pantalón', que constituye el paradigma de un rasgo distintivo del rockero madrileño: el misterioso significado de sus letras. La década de los ochenta la cerró con un disco grabado en directo en la sala 'Jácara' de Madrid.
En los noventa continuó con el mismo estilo. Más allá de la mayor o menor presencia de los teclados, los riffs de la Fender Stratocaster seguían siendo las arterias por las que circulaba la sangre de los álbumes. Si bien Rosendo continuó con su estilo vacilón, como se comprueba en las canciones 'Borrachuzos' de 'Deja que les diga que no' (1991), 'Los de siempre' de 'La Tortuga' (1992) o 'De qué vas?' de 'Para mal o para bien' (1994), también hay espacio para una temática más personal, en especial en el disco 'Listos para la Reconversión', publicado en 1996. Rosendo cerró la década con la composición de la banda sonora de la película 'Dame algo', estrenada en 1997, en la que se incluyó el mítico tema de Leño 'Qué desilusión', y finalmente con el álbum 'A tientas y barrancas' (1998).
El rockero madrileño comenzó el milenio con 'Siempre hay una historia', la grabación del concierto que dio en el patio de la cárcel de Carabanchel el día 26 de marzo de 1999, imitando así a otros grandes músicos que ya habían actuado en centros penitenciarios como Johnny Cash. A este trabajo le siguieron 'Canciones para normales y mero dementes' (2001) y el exitoso 'Veo, veo...Mamoneo!!' (2002) un álbum en el que sus letras comenzaron a reflejar la percepción de Rosendo por los problemas que acechaban a la sociedad española. Esta tendencia continuó en los años siguientes. con 'Lo malo es... ni darse cuenta' (2005), 'El endémico embustero y el incauto pertinaz' (2007), 'A veces cuesta llegar al estribillo' (2010), 'Vergüenza Torera' (2013) y su último disco, 'De escalde y trinchera' (2017). Además, en 2018 publicó un álbum recopilatorio de toda su carrera, incluyendo la etapa en Leño, llamado 'Ni presunto ni confeso'. Por otra parte, durante todo este periodo sacó a la venta la grabación de tres conciertos. En 2008 se publicó 'Otra noche sin dormir', un DVD que recoge el concierto que Rosendo, Barricada y Aurora Beltrán dieron en la Plaza de Toros de las Ventas; en 2011 se publicó el concierto que dio en el Palau de la Música de Barcelona aquel año y en 2014 el Directo en Las Ventas, en el cual contó con la colaboración de otros artistas como Fito, Luz Casal, Miguel Ríos e incluso su hijo Rodrigo Mercado, también músico.
Con los pies en la tierra
La influencia de Rosendo en el rock urbano español es inmensa. Sin embargo, siempre ha intentado lidiar con ese hecho de una manera tranquila y humilde. Es sabido que esta "guitarra carabanchelera", como diría Joaquín Sabina, no es especialmente amiga de los reconocimientos públicos, sean en la forma que sean. En 2016 consideró "prescindible" la colocación de una estatua en su honor en Carabanchel porque consideraba que había "motivos más importantes para gastar el dinero". Y en 2017, cuando recibió de manos de la la alcaldesa Manuela Carmena, la Medalla de Oro de Madrid, quiso agradecer en su discurso "a los responsables que se les ha ocurrido este disparate". Rafa J. Vegas, músico que ha colaborado con el rockero madrileño, explicó así estas reacciones: "Rosendo es un icono, pero es una responsabilidad que nunca ha querido tener".
Así las cosas, la gira 'Mi tiempo, señorías...' supone la despedida del miembro más conocido de Leño. Deja tras de sí un tremendo legado, una guía primaria que todo aquel que quiera conocer el rock español debe escuchar. A sus 65 años se baja de los escenarios, aunque hace ya mucho tiempo que se ganó el derecho de bajar la guardia y, de quererlo, mirar atrás. Porque nadie le va alcanzar. Porque no tiene rival.